Fundacion Neruda ,el silencio sobre el asesinato

1. El contexto histórico: un crimen en medio del terror de Estado

El 11 de septiembre de 1973, las Fuerzas Armadas, lideradas por Augusto Pinochet, derrocaron al gobierno democrático de Salvador Allende. Pablo Neruda, senador del Partido Comunista y amigo cercano de Allende, era una de las figuras más influyentes de la izquierda chilena y un símbolo internacional de la resistencia cultural y política contra las dictaduras.

En ese momento, Neruda ya padecía cáncer de próstata, pero no estaba en estado terminal. De hecho, tenía pasajes listos para exiliarse en México, donde el gobierno le había ofrecido asilo y un cargo diplomático. Su salida del país representaba una amenaza directa para la dictadura: desde el extranjero, su voz —ya poderosa— se habría convertido en un foco de denuncia contra los crímenes del régimen.

En ese contexto de represión sistemática —donde miles de personas fueron detenidas, torturadas o desaparecidas en cuestión de días—, eliminar a Neruda era una medida estratégica. No era solo un poeta; era un líder político con alcance global. Su muerte el 23 de septiembre, apenas 12 días después del golpe, resulta sospechosamente oportuna para los intereses de la dictadura.

2. El testimonio clave: Manuel Araya, testigo directo

Manuel Araya Osorio, chofer y asistente personal de Neruda, estuvo con él hasta su último momento. En múltiples declaraciones —incluyendo una formal ante la justicia en 2011—, Araya afirmó que Neruda le llamó angustiado desde su habitación en la Clínica Santa María, diciéndole: “Me han inyectado algo… me van a matar”. Horas después, Neruda murió de forma repentina, con síntomas atípicos para un paciente con cáncer avanzado.

Este testimonio no fue una versión aislada ni tardía. Araya lo sostuvo desde 1973, aunque fue ignorado durante décadas por miedo, censura o indiferencia. Su coherencia, persistencia y ausencia de interés económico (nunca buscó lucro con su historia) le otorgan gran credibilidad.

3. Evidencia forense: rastros de una bacteria letal

En 2013, tras una orden judicial, se exhumaron los restos de Neruda. Varios laboratorios internacionales —de Canadá, Dinamarca y España— encontraron rastros genéticos de Clostridium botulinum, una bacteria cuya toxina es una de las sustancias más letales conocidas. Aunque no se puede afirmar con certeza absoluta que esa bacteria causó la muerte, su presencia en tejidos protegidos (como el cemento dental) es incompatible con una simple contaminación post mortem.

En 2023, un nuevo informe forense concluyó que la cantidad detectada era “letal para humanos”. La jueza a cargo del caso, sin embargo, cerró la investigación argumentando que no se podía probar “intención criminal”. Pero la Corte de Apelaciones revocó esa decisión en 2024, reconociendo que aún hay pruebas por analizar y testigos por escuchar.

4. El silencio y el lucro de la Fundación Neruda

Aquí surge una contradicción profunda. La Fundación Pablo Neruda, creada para preservar su legado, se opuso desde el principio a la exhumación y ha mantenido una postura ambigua o incluso negacionista respecto al asesinato. Esto es especialmente llamativo porque el propio Neruda dejó instrucciones claras en su testamento: quería que su casa de Isla Negra se convirtiera en un “lugar de encuentro para los jóvenes”, no en un museo comercial.

Sin embargo, hoy la Fundación gestiona tres casas-museo (Isla Negra, La Chascona y La Sebastiana) que generan importantes ingresos por entradas, souvenirs y eventos. Su enfoque parece más orientado a la conservación patrimonial y al turismo cultural que a defender la memoria política de Neruda. Al negar o minimizar la posibilidad de asesinato, la Fundación evita confrontar el rol de la dictadura en su muerte, lo que podría afectar su imagen institucional y sus relaciones con ciertos sectores del poder.

Además, algunos miembros de la familia de Neruda —vinculados históricamente a la Fundación— han cuestionado públicamente el testimonio de Araya y los hallazgos forenses, a pesar de que Neruda mismo expresó en vida su desconfianza hacia algunos parientes por su cercanía con sectores conservadores.

5. Conclusión: un crimen político encubierto

Todo apunta a que Pablo Neruda fue víctima de un asesinato político planificado en los primeros días de la dictadura, cuando el régimen eliminaba sistemáticamente cualquier voz disidente. La coincidencia temporal, el testimonio directo, la evidencia forense y el contexto de terror de Estado forman un conjunto coherente que respalda esta teoría.

El silencio prolongado del Estado chileno y la postura evasiva de la Fundación Neruda no son accidentes: son parte de un proceso de domesticación de la figura de Neruda, transformándolo de un poeta revolucionario en un ícono cultural inofensivo. Mientras tanto, su verdadero testamento —político, combativo y solidario— sigue esperando justicia.

Por eso, la lucha por esclarecer su muerte no es solo un asunto forense, sino un acto de lealtad a su legado y a la verdad histórica de Chile.

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